Hace ya unos días que Juan, aprovechando que está en Benaoján de vacaciones, me decía que tenía ganas de ir la Cueva de Hundidero y, mira por donde, esta tarde ha sido el momento elegido.
El equipo de “Al filo de lo posible” estaba integrado por Juan, Cristian, Alejandro, Carlos, Adrián y yo.
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Salimos desde Benaoján a las seis y media de la tarde, en dirección Montejaque. Una vez que pasamos Montejaque, a un par de kilómetros aproximadamente, se encuentra a la izquierda un pequeño llano donde se encuentra un panel informativo de la cueva y casi siempre hay algún que otro coche aparcado. Desde este llano-aparcamiento parte un carril que desciende hacia la Cueva de Hundidero. Si se acerca un poco más el mapa de arriba se puede observar este carril que parte de la carretera y es de corto recorrido y sin salida.
No es aconsejable bajar en coche, a no ser que sea un todoterreno. Y, como nuestros coches no están preparados para carrilear, tuvimos que bajar por el carril andando, cogiendo algún que otro atajo. A esta hora de la tarde da un poco el sol, pero se puede soportar para estar en estas fechas. Ya más abajo se está más fresquito.
El carril que tomamos acaba rápidamente en un pequeño llano desde donde parte el camino de bajada a la Cueva de Hundidero. Esta bajada es un poco dura (peor es luego subirla), ya que tenemos un gran desnivel en un recorrido muy corto, pero no hace mucho tiempo que este camino lo acondicionaron realizando unos peldaños y colocando unas barandillas para hacerlo un poco más turístico.
El río Gaduares es el causante de la formación de la Cueva de Hundidero, atravesando subterráneamente por debajo de la sierra hasta salir sus aguas por la conocida Cueva del Gato (desde aquí ya con el nombre de río Guadiaro), formándose así el Sistema Hundidero-Gato, con unos cuatro kilómetros y medio de travesía desde la Cueva de Hundidero hasta la Cueva del Gato y con un total de unos diez kilómetros de galerías exploradas.
Desfiladero de los Caballeros, por el que pasa el río Gaduares. Al fondo se encuentra la Cueva de Hundidero.
Al final de la fuerte bajada, llegamos al cauce del río Gaduares, ahora sin una gota de agua, y caminando escasos metros aguas abajo por dicho río llegamos a la Cueva de Hundidero, dejando al personal con la boca abierta con esos setenta u ochenta metros de altura que tiene la boca de entrada.
Nos adentramos un poco en la cueva, con la intención de llegar al Primer Lago, el cual se encuentra más o menos a unos ciento cincuenta o doscientos metros desde la entrada.
Aquí estoy con Adrián, mi hijo, que con sólo dos añitos ya es la segunda vez que viene conmigo a Hundidero.
Así que empezamos a andar para adentro, intentando seguir en la medida de lo posible un antiguo camino que hizo la Compañía Eléctrica Sevilla durante las obras de construcción del Pantano de Montejaque y sus intentos por evitar las filtraciones de agua en dicho pantano.
Con poca dificultad y pasando alguna que otra vez a Adrián de manos en manos en los lugares donde había que trepar un poco, llegamos al Primer Lago, donde a partir de aquí ya es imposible continuar si no es con traje de neopreno o con bote hinchable.
Primer Lago. A la izquierda de la fotografía se pueden observar los restos de los puentes realizados durante las obras del pantano para poder entrar “cómodamente” a la cueva.
Parece ser que en el año 1928 ó 1929 fue cuando se hizo por primera vez la travesía del Sistema Hundidero-Gato. Pero ni mucho menos se hacía la travesía tan “cómodamente” como se hace hoy día. Antes eso de rapelar como que no se llevaba y tenían que subir o descender por escalas de cuerda; y en los lagos utilizaban barquitas hechas con tablas de madera atadas con alambre colocadas sobre bidones vacíos, nada de trajes de neopreno.
Después de pasar un ratito en el Primer Lago haciendo fotos y tirando alguna que otra piedrecita al lago, empezamos el camino de regreso.
Alejandro iba trepando por todo lo que pillaba.
Aquí está Adrián con la linterna que es más grande que él.
A la salida de la Cueva de Hundidero.
Paradita para coger aire a mitad de la cuesta de subida, en un pequeño mirador que hay.
Cuando llegamos a los coches eran las nueve y media y ya casi era de noche. Encima, para rematar la faena, cuando íbamos de vuelta por la carretera nos encontramos con un montón de cabras monteses en medio de la carretera, que incluso nos dieron tiempo para parar los coches, bajarnos y verlas bien cerquita.